jueves, 25 de noviembre de 2010

Edisson Altuve CRF





Las alternativas

Los partidarios de la globalización ven como única alternativa al lento crecimiento en los países en desarrollo la apertura a la competencia externa, no sin antes introducir ajustes económicos y sociales de carácter regresivo, incluyendo el desmantelamiento del sector estatal de la economía y el recorte en importantes renglones del gasto social. 30 Por su parte, los defensores del Estado grande y omnipotente se oponen abiertamente a la privatización de las empresas públicas, con el argumento de que supuestamente se rompe el equilibrio social. Como lo demuestra la experiencia, ni la apertura indiscriminada a los mercados externos, ni el proteccionismo incondicional de las economías nacionales permiten alcanzar mayor competitividad con bienestar social. Las nuevas tecnologías de información y comunicación ofrecen oportunidades de inserción comparativamente más ventajosas que antes. Sin embargo, la persistencia de estructuras socioeconómicas y estilos de gobierno atrasados, impiden una adecuación efectiva a los cambios experimentados por la economía internacional. Se trata, como señala un autor, de las "sombras del pasado", que no permiten avanzar eficientemente (MESSNER, 1996). Por eso, cualquier readaptación a las nuevas realidades del mundo actual necesariamente debe pasar por reformas estructurales profundas, partiendo de las particularidades de cada país y sobre la base de la búsqueda del bienestar para la mayoría de la población, fortaleciendo al mismo tiempo la capacidad competitiva en los mercados internacionales.

Para que lo anterior sea posible es urgente revisar a fondo los enfoques teóricos que han servido de soporte a las políticas adelantadas por los gobiernos de los países en desarrollo. Definitivamente hay que abandonar el fetichismo mercantil como la única salida a los problemas que padece la mayor parte de la humanidad. 31 Igualmente hay que desactivar la corrupción que impide al Estado cumplir con su papel regulador, evitando que la "racionalidad" del mercado profundice las desigualdades sociales. En última instancia, solo el esfuerzo mancomunado de los países menos desarrollados, sobre la base de movilizar todo su potencial socioeconómico y político, puede contribuir a modificar su situación en la actual división internacional del trabajo.

30 Como señala Otto Boye, "Cuando las fuerzas de la globalización adquirieron tal magnitud que se hacía imposible negar su realidad, hubo quienes las saludaron como algo inevitable y como una muestra del progreso de la humanidad ante las cuales la única actitud posible era adaptarse. La globalización era una especie de nueva mano invisible de alcance mundial que nos llevaría a todos a la concordia y la modernidad. Si algo había que hacer era desmantelar los residuos de una época anterior que significaban resistencias a esas fuerzas, tales como las regulaciones estatales, y las actitudes que no fueran amistosas con ellas, particularmente con el predominio omnipresente de las leyes del mercado"(BOYE, 2001).


31 Como anota Cardoso, "la globalización no puede ser sinónimo de fundamentalismo del mercado. No puede ser sinónimo de capitalismo salvaje de dimensiones globales". Ver: Fernando Enrique Cardoso. "La globalización y el capitalismo salvaje". En: http://gentealternativa.galeon.com/tribunaoradores/tribuna145.htm Consultado diciembre 19 de 2001

La respuesta regional y local

Últimamente ha tomado fuerza el debate sobre el papel de lo local y lo regional frente al avance incontenible de la globalización. En realidad este debate no es nuevo y en nuestro medio son ya conocidos los diferentes enfoques que, de una u otra forma, tratan de explicar la situación desigual de nuestros países en la división internacional del trabajo, como es el caso de la teoría de la dependencia. Igualmente, no han sido pocos los intentos de contrarrestar la arremetida de las transnacionales mediante el impulso a los procesos integracionistas en los diferentes puntos del planeta subdesarrollado. Sin embargo, tanto los enfoques excluyentes frente al problema de la asimetría en las relaciones con las superpotencias mundiales, como los procesos prácticos de integración, no han hecho más que corroborar una realidad: la integración de las economías débiles al mecanismo de reproducción ampliada del capital transnacional, por la vía del intercambio de bienes primarios y fuerza de trabajo baratos por bienes manufacturados con alto contenido tecnológico, se ha traducido en un mayor fortalecimiento de los factores que condicionan inexorablemente cualquier avance en las fuerzas productivas, entre ellas las nuevas tecnologías, a la estrategia global del mismo.

Ante esta realidad, algunos autores hablan no tanto de integración o dependencia, sino de "hibridización", sin que ello signifique desconocer las desigualdades predominantes (SONNTAG y ARENAS:1995). De ahí que toda iniciativa de carácter local y regional necesariamente deba partir del conocimiento y comprensión de la dinámica globalizadora bajo las nuevas circunstancias de la división internacional del trabajo.


REFLEXIONES FINALES

Lo que se desprende del análisis anterior es que el llamado proceso de globalización, en el que supuestamente todos los países intervienen en igualdad de condiciones, dista mucho de la realidad. En este sentido, la llamada globalización no pasa de ser más que un mito elaborado en los centros de pensamiento de los países más desarrollados, para darle consistencia teórica a las nuevas formas de sometimiento y explotación de los países menos avanzados, que son la mayoría. No obstante, sería ingenuo desconocer los cambios estructurales que caracterizan la etapa actual del desarrollo mundial y que, gústenos o no, afectan nuestras vidas, para bien o para mal. Desde este punto de vista, la llamada globalización ni es la panacea de los males que padece la mayor parte de la humanidad, ni tampoco la causa de todos los males que aquejan al mundo en desarrollo. El carácter desigual del desarrollo mundial no es atributo de la mayor profundización de la división internacional del trabajo (soporte material de la globalización), sino que está implícito en el carácter mismo del sistema de acumulación capitalista global que, por definición, presupone la concentración del poder, la riqueza y el conocimiento en un reducido grupo de naciones altamente desarrolladas, al tiempo que el resto de países deben insertarse a partir de las reglas de juego elaboradas por el capital transnacional.

Ante esta realidad, los países menos desarrollados deben concentrar todos sus esfuerzos en buscar la manera de aprovechar eficientemente las ventajas que pueda ofrecer la actual división internacional del trabajo, especialmente aquellas relacionadas con las nuevas tecnologías que, pese a estar controladas por los centros desarrollados de producción de conocimiento, es posible adoptarlas y/o adaptarlas a las condiciones regionales y locales concretas 32. Para ello es indispensable pasar del discurso plañidero que, aunque con sobradas razones, descarga en los países desarrollados la responsabilidad de nuestro atraso, a las acciones encaminadas a asumir por nuestra cuenta la tarea de construir una sociedad más justa y competitiva. Esto requiere de una verdadera reingeniería de la estructura mental parasitaria de nuestra intelectualidad, acostumbrada a consumir, sin mayor elaboración, conocimientos producidos en y para otros entornos. En otras palabras, atreverse a repensar nuestra realidad sin perder de vista que somos parte de un mundo cada vez más interconectado e interdependiente, en el cual nuestra situación es extremadamente desventajosa. Para ello es necesario romper con el paternalismo ideológico de toda pelambre que por tantos siglos ha condicionado nuestra manera de pensar, sin que ello signifique menospreciar la riqueza intelectual acumulada por la humanidad a lo largo de su historia, sino por el contrario, utilizarla creativamente en la interpretación y solución de nuestros problemas.

32 De acuerdo con la CEPAL "En el ámbito tecnológico, como en el del comercio de bienes y servicios, la globalización de los mercados ofrece ciertamente, para los países en desarrollo, oportunidades que permiten hoy diseñar estrategias de crecimiento basadas en las posibilidades que ofrece una mayor integración con la economía mundial".( CEPAL, 2000a)


A MANERA DE CONCLUSIÓN

Son múltiples los factores que impiden resolver el problema de la pobreza en los países menos desarrollados, los cuales son no solo de carácter económico, sino también sociopolítico, relacionados con la persistencia de estructuras socioeconómicas atrasadas y con su posición desventajosa en la división internacional del trabajo. Por ello se requieren profundas transformaciones de carácter estructural, tanto en lo económico como en lo político y lo social, lo cual debe ir acompañado del reemplazo de los actuales modelos de desarrollo excluyente, por esquemas en los cuales se de una mejor distribución del ingreso y la igualdad de oportunidades para todos, dependiendo de sus capacidades. Se trata de un enfoque integral del problema de la pobreza, con el fin no solo mejorar las condiciones materiales de vida de la población, sino también su calidad, a partir de un mayor grado de libertad política y una mayor participación ciudadana en la toma de decisiones sobre los asuntos que afectan directa o indirectamente sus intereses, además de garantizarle un nivel adecuado de acceso a la educación, la salud, la vivienda y la seguridad social. Para ello se requieren profundas reformas en las costumbres políticas y en la manera en que funciona el Estado, mejorando su eficacia y su compromiso con los sectores más vulnerables de la sociedad.

Igualmente, es necesario comprometer al sector privado en la solución de los problemas que impiden mejorar la situación de los más pobres. Todo esto, de alguna manera, está consignado en los principales documentos publicados por organismos internacionales y los gobiernos de los países en desarrollo; lo que falta es mayor voluntad política para llevar a cabo los cambios necesarios.

También es urgente establecer un nuevo orden económico internacional, que le garantice a los países menos desarrollados una mayor participación en la división internacional del trabajo, sobre la base de una mayor libertad para exportar sus productos a las naciones más opulentas. Esto le permitiría a los países pobres superar en gran medida los obstáculos que impiden solucionar los problemas de la pobreza.

Finalmente, para lograr los objetivos mencionados es imprescindible revisar a fondo los esquemas teóricos que han servido de fundamento a las políticas económicas y sociales en los países en desarrollo, partiendo de sus propias realidades y buscando mejorar efectivamente la calidad de vida de la población, como condición para alcanzar el desarrollo humano y sostenible.




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