lunes, 17 de enero de 2011

edisson altuve CRF

Pobreza y salud

Desde un punto de vista global ("Global Health" los progresos en la salud pública conseguidos en la segunda mitad de siglo XX han sido enormes, aunque siguen siendo incompletos, afirman en un artículo publicado en la revista Science del 15 de marzo de 2002, un grupo de trabajo de la Organización Mundial de la Salud (WHO), del Banco Mundial (WB) y de la London School of Hygiene and Tropical Medicine de Londres, liderado por Prabhat Jha.


Entre 1960 y 1995, la esperanza de vida en los países con rentas bajas (renta per capita de 755 dólares, o menos) ha aumentado en 22 años, mientras que, en los países con rentas altas (renta per capita de 9.266 dólares) el incremento ha sido de 9 años.

La mortalidad infantil en los menores de 5 años de edad se ha reducido a la mitad desde el año 1960, en los países con rentas bajas, aunque, a pesar de todo, 10 millones de niños mueren anualmente.

En el año 1998 casi un tercio de las muertes en los países con rentas bajas y en los países con rentas medias (renta per capita entre 756 y 9.265 dólares) han sido causadas por enfermedades infecciosas, problemas maternales y perinatales y deficiencias alimentarias, con una mortalidad global de 16 millones de personas por estas causas.

Una décima parte de estas muertes (1,6 millones) fueron provocadas por sarampión, tétanos y difteria, enfermedades contra las que en los países ricos, son vacunados casi el 100% de los niños.

Del medio millón de mujeres que anualmente mueren debido a problemas durante el embarazo o el parto, el 99% de estas muertes ocurren en los países con rentas bajas y medias.

Casi 2,4 mil millones de personas viven en un ambiente que conlleva el riesgo de padecer paludismo y 1 millón, al menos, murió de esta enfermedad en el año 1998.

Cada año son diagnosticados 8 millones de nuevos casos de tuberculosis y ocurren 1,5 millones de muertes por esta enfermedad infecciosa.

Con respecto a las enfermedades relacionadas con el tabaco, se estima que a causa de ellas -cáncer de pulmón, especialmente - 500 millones morirán en las próximas cinco décadas.

Además de los 20 millones de personas que han muerto hasta ahora de SIDA, 40 millones se encuentran infectadas y la extensión de esta enfermedad continúa, sin control, en muchos países. Esto sucede principalmente en los países pobres, y en los más pobres dentro de estos países.

De los 30 millones de niños a lo que no se les administra la vacunación múltiple estimada como básica, 27 millones viven en países en los que el PNB (Producto Nacional Bruto) se encuentra por debajo de los 1200 dólares per cápita.

En los países con rentas elevadas, las muertes por debajo de los 30 años son cada vez menos frecuentes y, aún más, entre los no fumadores las muertes entre los 30 y los 69 años son raras.

En resumen, las causas primarias de mortalidad prematura y evitable en los países con rentas bajas y medias son: problemas maternales y perinatales, enfermedades que pueden ser prevenidas mediante programas de vacunación, infecciones agudas respiratorias y diarreas, nutrición insuficiente, paludismo, tuberculosis, enfermedades relacionadas con el tabaco y SIDA.

En su conjunto, todas estas causas son las responsables de casi el 90% del exceso de mortalidad que ocurre en los países con rentas bajas y medias, cuando se comparan estas cifras con las de los países con rentas elevadas.

Con el fundamento de estos dramáticos datos, los autores de este importante trabajo analizan las bases técnicas y financieras de un programa que, para el año 2015 pudiera reducir significativamente las enfermedades entre los pobres del mundo globalizado y mejorar su salud.

La realidad es que se dispone de medidas efectivas contra esas pocas enfermedades que son responsables del exceso de mortalidad entre los pobres. Ahora bien, para que estas medidas sean efectivas es necesario desarrollar en esos países pobres sistemas sanitarios que funcionen adecuadamente, en un marco político de respeto a la ley que evite la corrupción, resuelva los constantes conflictos políticos y, sin duda, implementar una serie de importantes contribuciones económicas de los países con rentas elevadas, así como propiciar una elevación en el gasto en salud de los propios países en los que se ha de desarrollar el programa.






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